Por David Martínez

Uno nunca sabe qué le traerá el día. El mensaje más o menos decía: eso no puede ser. Tienes que tener alguna ilusión. Como si fuese un niño pequeño, respondí que mi ilusión era ver al Real Madrid cada semana. Y, como por arte de magia, en la radio pusieron Acquiesce, de los Oasis, que llegan estos días al país. La apertura dice:  no sé qué es lo que me hace sentir vivo / no sé cómo despertar las cosas que duermen en el interior / yo sólo quiero ver la luz que se esconde detrás de tus ojos.

Para entender estos párrafos hay que explicar lo que sucedió el fin de semana. Poco después del tenis, de esa final donde Alcaraz barrió a Sinner, haciendo zapping en la televisión, encontré el partido que el Madrid le ganó al Liverpool en Kiev (ese del incidente de Salah, de la pifia de Karius y el de la chilena espectacular de Bale). Fue el último partido de Zidane como entrenador y de Cristiano como jugador del Madrid. Mi estado de animo, cambió. Qué equipazo, qué época.

No creo que el actual equipo, el de Xabi Alonso, sea capaz de eso. O al menos no ahora. La reflexión va en camino a responder a la pregunta: ¿qué pasa cuando la luz de tus ojos, tu motivación, ya no te da la misma ilusión? Ha sido triste darse cuenta que después de la despedida de Toni y Luka, ha sucedido con el Real Madrid algo parecido a la vida: debes obligarte a ciertas cosas, pero, aunque sabes que te hace bien, te cuestan.

La motivación es fundamental porque nos impulsa a actuar, alcanzar metas, mejorar nuestras habilidades y a mantener una actitud positiva en la vida. Está claro: una motivación sólida promueve el progreso personal, profesional y la adaptabilidad ante los desafíos diarios. En el caso particular del Madrid, hay que hablar -ahora si- de un proyecto a medio y largo plazo centrado en un fútbol más controlado, posicional y colectivo. ¿Por que no hay ilusión? Primero, lo que había (esas tres seguidas con Zidane, la cardíaca decimocuarta y la espectacular decimoquinta ya con Carletto) ha sido superlativo y probablemente será difícil ya no de igualar sino de superar. Será imposible competir con el recuerdo, y algo de eso hay cuando se habla de la ilusión. Segundo, al Real Madrid esto de los proyectos a mediano plazo se le dan mal, no casan con lo que dice la Historia del club: hay que ganar hasta en el entrenamiento. Florentino y la afición son poco pacientes. ¿Cuánto tardará Xabi en dar con la tecla, antes o se le perderá la paciencia? No es un cambio fácil. Alonso promueve un juego de alta presión tras las pérdidas, una circulación endiablada del balón, laterales altos para amplitud y movilidad constante en ataque. Sin balón, enfatiza la presión inmediata para robar y contraatacar. El equipo debe jugar como una unidad, sacrificando egos individuales por el colectivo. Y ahí esta el reto: ha habido equipos más o menos corales (los García o la Quinta del Buitre, por ejemplo), pero no han logrado levantar el santo grial, la Copa de Europa.

El Madrid siempre ha sido un equipo de estrellas, de individualidades. Se habla del Madrid de DiStefano, del de Amancio, del de Los Galácticos, del de Cristiano. Es decir, de un equipo donde hay un ego estratosférico de ciertos jugadores (actualmente, Mbappé, Vinícius, Bellingham). Alonso nunca se ha enfrentado a ese reto. Zidane y Ancelotti entendían que gran parte de su trabajo pasaba por el manejo del vestuario, que todo mundo estuviese contento, aunque estuviese en la banca. Alonso conoce la casa, pero su carrera como jugador -aunque brillantísima: dos Copas de Europa, dos Eurocopas, un mundial- no está a la altura de las estrellas del equipo, porque él no era quien hacía jugar ni era la estrella admirada. ¿Le respetarán o le pasara lo que a Lopetegui?

Como líder del equipo, es esencial que comprenda las diversas formas en que puede influir positivamente en la motivación, creando así un entorno de trabajo donde todos puedan prosperar y contribuir al éxito. Para recuperar la ilusión de los aficionados, la clave está en la constancia, el esfuerzo, la innovación y el compromiso con el bienestar de los jugadores (¿cuánto le costó a Carletto, en términos de credibilidad, el que varios jugadores se lesionaran?). Al fin y al cabo, un equipo motivado es la piedra angular del éxito.Entonces, poco más que decir. Uno se obliga a ver al Madrid, aunque le parezca un tostón y que no superará lo que has visto, por un mero acto de fe, porque esperas que el triunfo te haga sentir mejor. Tal cual lo canta Noel al final de Acquiesce: porque nosotros creemos. Porque nosotros creemos.