18 diciembre, 2025•By Adalberto Villasana Miranda
Sabemos que se han pagado más de 8 millones de euros por informes técnicos de árbitros.
Por David Martínez
En el mensaje de Navidad, frente a casi todos los medios de comunicación, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, soltó una bomba: el ‘caso Negreira’ es el caso más grave del fútbol a día de hoy. Sabemos que se han pagado más de 8 millones de euros por informes técnicos de árbitros. Los informes más caros del mundo. Y encima nunca fueron recibidos por los entrenadores. ¿Quién puede creer que se hayan pagado millones de euros por informes técnicos que, al parecer, debían ser inútiles, porque ni siquiera se facilitaron a los entrenadores, que al parecer no conocían ni de su existencia?
En entrevistas públicas, exdirectivos del Barça reconocieron que se hacían estos pagos porque eran convenientes. ¿Convenientes, por qué? ¿Y para qué? Conviene recordar algunos hechos, pues. El Caso Negreira representa uno de los escándalos más significativos en la historia reciente del fútbol español, involucrando nada más y nada menso que al FC Barcelona, el Barça, en alegaciones de corrupción deportiva que cuestionan la integridad del arbitraje, el mérito y la competencia leal.
El Caso Negreira surgió a raíz de una investigación de la Agencia Tributaria de España en 2019, que detectó pagos irregulares del FC Barcelona a empresas vinculadas a José María Enríquez Negreira, quien fue vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) entre 1993 y 2018. Según los informes, el club catalán realizó pagos por un total de aproximadamente 8,4 millones de euros entre 2001 y 2018, distribuidos a través de varias empresas de Negreira y su hijo Javier Enríquez, como Dasnil 95 SL, Nisdal SCP y Tresep 2014 SL. Estos pagos abarcaron las presidencias de Joan Gaspart, Joan Laporta (en su primer mandato), Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu. El Barça ha sostenido que estos pagos correspondían a servicios legítimos de asesoría arbitral, incluyendo informes estadísticos sobre árbitros, análisis de videos de partidos y recomendaciones técnicas para garantizar arbitrajes neutrales. Por ejemplo, se menciona la elaboración de hasta 629 informes y materiales audiovisuales por parte de Javier Enríquez. Sin embargo, la Agencia Tributaria y la Fiscalía Anticorrupción no encontraron evidencia suficiente de que estos servicios tuvieran una justificación económica real o fueran proporcionales a los montos pagados, y cuestionaron la ausencia de contratos escritos en muchos casos, optando por acuerdos verbales. Negreira declaró ante Hacienda que los pagos buscaban asegurar que el Barça no fuera perjudicado en las decisiones arbitrales, lo que ha sido interpretado como corrupción deportiva.
El caso huele mal por donde se le vea: un club de élite pagando a un alto funcionario arbitral durante casi dos décadas, mientras este tenía poder para influir en designaciones, promociones y descensos de árbitros. Aunque no se ha probado un amaño directo de partidos (la Agencia Tributaria no encontró evidencia de influencia en resultados específicos), los pagos sugieren un intento de comprar neutralidad o favoritismo sutil, como informes que elogiaban a árbitros favorables al Barça o criticaban a otros. Si esto es así, la competencia, el juego limpio, la transparencia – es decir, los principios que sustentan el deporte- está adulterada, permitiendo que el dinero interfiera en la imparcialidad arbitral.
Si miramos más atrás, veremos que el fútbol español ha lidiado con escándalos similares -como el Caso Osasuna, la malversación de parte de los fondos económicos del club en 2015, o el del Deportivo durante la pandemia de la Covid-, pero el de Negreira destaca por su escala y duración. Representa corrupción sistémica: uso de empresas interpuestas para ocultar pagos, posibles comisiones en negro (hasta el 50% a intermediarios como Josep Contreras) y falta de regulación en contratos de asesoría.
El Barça sólo responde que enfrenta una campaña orquestada contra el club por motivos como su apoyo a la Superliga, de la que justamente se ha alejado en los últimos tiempos mientras el aspecto jurídico llega a su final. Negar al realidad, el querer ser el más listo de la clase aumenta la desconfianza en instituciones como la Federación Española -que aún no se recupera del caso Rubiales y del Caso Piqué- y la Liga.
Es importante destacar que el éxito deportivo del FC Barcelona durante 2001-2018 no necesitaba de un escándalo como este para explicarse. En esa época, el club conquistó 10 títulos de La Liga, 4 Ligas de Campeones, 7 Copas del Rey y múltiples Mundialitos y Supercopas. El escándalo empañaría innecesariamente un legado construido sobre mérito deportivo, subrayando cómo la corrupción puede manchar incluso a equipos históricamente exitosos. Al fin, el Caso Negreira ilustra cómo pagos opacos a funcionarios arbitrales pueden socavar la credibilidad del fútbol, promoviendo un entorno donde el dinero prima sobre el talento. Aunque el proceso judicial continúa sin veredicto y eso ya es un escándalo, urge mayor transparencia y regulación. El Barça, con su historial de triunfos, demuestra que la grandeza deportiva no requiere de atajos éticos dudosos. Ojalá, pues, tengamos un castigo ejemplar.
El Caso Negreira representa uno de los escándalos más significativos en la historia reciente del fútbol español.
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