Juego Primario
Dejo a la historia deportiva decidir sobre la actuación de un director técnico de mediano a menor (Fernando Santos), que tuvo en sus manos al mejor jugador del mundo: Cristiano Ronaldo.
Por David Martínez
Hubo un entrenador del Real Madrid que, cierta vez, tuvo la osadía de detener un entrenamiento para regañar a Luka Modrić. Para hacer más dramática la escena, diremos que le llamó la atención por su golpeó con el exterior. Le recriminó hacerlo en desplazamientos cortos, de tres metros, porque consideraba que la pelota le llegaba con efecto al receptor y que eso demoraba el contrataque. La reacción de todo el vestuario fue, literalmente, partirse de risa. Dicho entrenador duró dos días más en el club. ¿Lección? No regañes nunca a un genio.
Hay otra imagen, ya en el vestuario. Es 2017, el Madrid acaba de ganar la duodécima Copa de Europa (la segunda consecutiva, vapuleando a la Juventus). Aparecen Danilo, Casemiro, Marcelo y Roberto Carlos. Se quieren hacer una foto. Luka Modrić se suma. Alguien exclama: … pero, Luka, tú eres croata. El aludido se parte de risa y responde: … pero juego como brasileño. Todos se parten de risa y Marcelo le da un abrazo y la foto se hace. ¿Lección? Los genios hacen lo que les da la gana.
Esas son las primeras imágenes que me han venido a la cabeza al leer sobre su adiós, el próximo sábado, al Real Madrid. ¿Qué decir? La verdad es que queda una sensación de orfandad terrible. Un lagrimeo que duró toda la mañana. No es que se va un cualquiera, estamos hablando del mejor medio que el Madrid ha tenido en Historia. El jugador con más títulos, también. Es entendible que se vaya, porque cumplirá 40. Pero no es eso: es más que eso. Y lo sabemos, todos lo saben. El epitafio, el fin de una era. Algo maravilloso que termina. Lo único que supera mi tristeza en este momento es la gratitud que siento por haber tenido el honor de haberlo visto, por robarle su frase a Bellingham.
Se va Modrić. Tres palabras que nunca quisiera escuchar ni escribir ni pronunciar. Y con él, se apaga la última chispa de un milagro que el fútbol tardará años en volver a ver. Casemiro ya había partido a Manchester, donde se dio cuenta de cuán verdadera es la frase que sostiene que fuera del Madrid hace mucho frío. Kroos ya anunció su adiós el año pasado y el equipo todavía anda buscando ese metrónomo. Con la partida de Luka, el Real Madrid certifica el fin del mediocampo que dominó Europa sin discusión. No fue por un año. Ni por dos. Fueron tres Champions seguidas. Más de mil días con el mote de campeones de Europa y campeones del mundo. Fueron cinco en ocho años. Fue poesía. Fue la samba, fue precisión, fue magia. El infarto, la UCI, la gran alegría. Todo junto. Tres hombres, una sinfonía perfecta, la CMK como los bautizó la prensa. El triangulo de las Bermudas, como le llamó Carletto, porque cuando el balón pasaba por ahí, se perdía y aparecía en el área contraria.
(Hay otra historia, ya en el mundial de 2022, ese que la FIFA le robó a Modríć para regalarlo de fea manera. Entra Casemiro a la sala de prensa. Se sienta muy serio. No le gusta el ambiente en la sala, hasta que alguien le pregunta qué le hace falta a Brasil para ganar el mundial. Entonces, Case sonríe y pronuncia cinco palabras: Toni Kroos y Luka Modrić).
Mientras otros clubes presumían estrellas, el Madrid tuvo estructura y jerarquía. Tuvo esa zona del campo donde Anibal llegó a las puertas de Roma y metió en pánico al Imperio. Casemiro recuperaba lo imposible, Kroos dictaba el ritmo en el que el planeta gira sobre su propio eje y Modrić rompía toda lógica con un recorte, un pase, una parábola irrepetible. Queda la imagen del pase con el exterior -qué habrá prensado ese técnico que lo regaño al verlo- contra el Chelsea, la carrera loca el día del PSG (llena de furia, de rabia, de compromiso, de magia). Su grito a Benzema: ¡esto es lo que hacemos. Esto es lo que hacemos! El gol al Sevilla, en la liga del año pasado, donde se paró sobre la grada y alzó los brazos después de probar la suplencia durante muchos partidos.
El tridente más influyente del siglo XXI. Ningún equipo en la historia tuvo un medio campo así de completo, así de brillante, así de letal. Y lo más increíble: lo hicieron en silencio, sin escándalos, sin marketing. Sólo fútbol. Sólo gloria. La CMK no sólo dominó el juego. Lo reescribió. Y lo terminaron a su manera: con clase, con títulos y con leyenda. ¿Cómo olvidar la decimocuarta Copa? ¿Cuántas historias no le han contado ya los adultos a los niños de esas eliminatorias? Se acabó el mediocampo más grande que ha existido, el que toca -como en esa canción de Dylan- a las puertas del cielo o de la eternidad, según las creencias de cada quien.
Eso, queda la eternidad. El recuerdo. Pocas imágenes más.
Querido Luquita, decirte que te quiero. Has sido el más grande, no hay duda. No hay palabras para lo cruel del tiempo, para el general invierno. Darte las gracias no es suficiente. Hoy se me murió un poco del fútbol, aunque es verdad que tu nombre quedará grabado a fuego en el escudo del club. Suerte a donde vayas. Te mereces todo aquello que deseas. Un beso grande. Gracias por tanto, por todo.
Te extrañare siempre.
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Así mero. Grande Luca , grande Marx.