Yo Campesino
Las cerca de 100 mil mentiras o afirmaciones no comprobables que se le han contabilizado al ganso en poco más de cuatro años, echa por tierra la presunción de que el mesías tropical habla con verdad.
La rutina implica comodidad, pero también sumergirnos en lo predecible y anodino. Es renunciar a crecer, crear y sorprendernos.
Abanico
Rutinas: el sendero de las sombras
Por Ivette Estrada
Habituarse a personas, trabajo y placeres es renunciar silenciosamente a la vida. Es permitir que se apaguen los retos y el disfrute. La rutina implica comodidad, pero también sumergirnos en lo predecible y anodino. Es renunciar a crecer, crear y sorprendernos.
Demasiada comodidad en los trabajos y relaciones puede simbolizar “apagarse” de una manera imperceptible pero no menos inexorable. Es un fin inminente y, paradójicamente, se tiende a habituarse a cosas buenas, pero también malas.
Si sólo representara un cese de brillo se abrazarían las rutinas. Pero el habituarse es “anestesiar” todo y se lesionarán relaciones personales, carreras, salud mental y cómo funciona la sociedad.
En el afán de buscar comodidad y facilitar quehaceres consuetudinarios, tendemos a una automatización inconsciente. Puede observarse con los saludos indiferenciados, asumir el cumplimiento de reacciones y respuestas a priori, catalogar a las personas por tipologías, tender a un orden y cumplimientos inamovibles.
La excesiva inercia puede catalogarse de un síndrome zombie o “muerto en vida”. Es bajar los brazos ante nuevos retos, renunciar a buscar opciones, aspirar a más, renovar relaciones, aferrase a lo “malo conocido” en lugar de lo bueno por conocer.
Es encerrarse en lo ya establecido y probado, optar por respuestas conservadoras, aferrarse a lo que ya se posee…
Si durante mucho tiempo prevaleció esta mentalidad de conservación, hoy resulta inoperable ante los ambientes cambiantes e imprevisibles que vivimos. Esto porque cuando se tiende a perpetuar acciones que resultaron bien en el pasado impide reaccionar a nuevos retos e irrupciones.
El aletargamiento de la rutina se endilgó a los mayores antaño. Hoy la misma senilidad se reinventa. Se asume como vida con virajes y continuos cambios, con la restructuración incesante de roles, con nuevos retos, con infinidad de opciones. Estar atentos a cada manifestación de tendencias y vida implica abrazar la proactividad y visualizarnos como generadores de la vida que queremos, asumirnos como artífices de destino.
Rehusarnos a vivir de rutinas predispuestas y hábitos anquilosados es negar que instante a instante cambiamos, que la evolución se experimenta momento a momento, que el cambio es sinónimo de vida.
Acostumbrarse es morir. Es la persistencia a mundos que se transforman momento a momento y que no queremos verlos. ”Colgar los hábitos” es la invitación a afrontar que somos creadores de la vida que deseamos.
Implica realizar pequeños cambios: animarnos a probar nuevas recetas, ir a iglesias de distintos cultos, atrevernos a entablar conversaciones con personas diferentes a nuestro círculo, estar abiertos a escuchar nuevos enfoques y perspectivas de personas con distintas ideologías a la nuestra.
Cuando asumimos que la diversidad es grandiosa y que todas las personas son únicas, dejamos anquilosadas costumbres que apagan nuestra autenticidad, pero también descubrimos en nosotros nuevos dones y fortalezas desconocidas hasta ahora.
Las cerca de 100 mil mentiras o afirmaciones no comprobables que se le han contabilizado al ganso en poco más de cuatro años, echa por tierra la presunción de que el mesías tropical habla con verdad.
Parece que para el ganso los retenes de criminales en diversas partes del país son parte de la vida nacional y hasta hay que agradecerles que los “respeten” a través de sus enviados a repartir dinero en vez de proceder contra ellos e imponer el orden legal en esas regiones.
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