17 junio, 2024•By Adalberto Villasana Miranda
Abanico, por Ivette Estrada.
Abanico
No estás solo
Por Ivette Estrada
Ante la incertidumbre y desesperanza, e incluso al enfrentar grandes pérdidas, quienes son conscientes de su espiritualidad y aquellos que profesan alguna religión suelen tener una capacidad mayor de resiliencia. Poseen la convicción de no estar solos.
Ese poder espiritual algunos lo limitan a tener una conexión con algo más grande que uno mismo o un sentido de propósito. Encontrar este significado se asocia con una fuerte salud mental, social y física. Es asumir que nuestra vida está llena de significados.
Esa espiritualidad, que los creyentes asumen como la consciencia de Dios en uno, también tiene un parte pragmática y mundana: una dimensión central de la salud.
Algunos la asocian con seguir una brújula moral interna o encontrar la paz y la calma a través de la meditación. Otros lo ligan a las creencias religiosas o a la conexión con algo más grande que uno mismo y a un fuerte sentido de propósito. Es la capacidad de sentirse arraigado y consciente del momento presente.
A medida que pasa el tiempo, instituciones como las iglesias pierden su relevancia en la vida de las personas. Pero eso no limita el credo en que estamos interconectados con un poder superior. Algunos asumen que esa grandeza es el rencuentro con nuestro propio centro o capacidad de respirar de manera consciente. Para otros es una fuerza interna que nos impulsa a dar lo mejor de nosotros mismos o realizar una obra benéfica para alguien más.
Sin importar el concepto de espiritualidad, que puede conceptualizarse como la mejor versión de nosotros mismos o la faz más luminosa de lo que somos, tiene una incidencia directa y radical en cómo nos sentimos física, mental y emocionalmente. Determina en gran medida la capacidad de generar interacciones más valiosas con otros, de aportar y generar ideas, de asumir que pueden crearse mejores realidades para todos.
La espiritualidad, o salud espiritual como le llaman las consultorías de negocios, es la herramienta más poderosa de la resiliencia. Es la capacidad de clamar al Creador de todo por ayudarnos a salvar escollos que parecen gigantescos. Incluso para enfrentar las fuerzas de la naturaleza en el disfraz de catástrofes atmosféricas, guerras o pandemias.
Espiritualidad en la conexión con Dios, cualquiera que sea su nombre o los ritos para alcanzarla. Y ese indefinible factor tiene la capacidad de volvernos más fuertes, resistentes y capaces. Es lo único que puede obligarnos a dar todo de si, de intentar infinitas veces conseguir un objetivo, de obsesionarnos con la mejora continua y algunas capacidades más mundanas como el reskilling.
La oración, meditación y respiración profundas son las maneras más convencionales de conectar con la espiritualidad, pero también el contacto con la naturaleza, compartir momentos con familiares o amigos o disfrutar el arte.
Por ello, las empresas comienzan a establecer gestiones en las que se proporciona a los colaboradores clases de yoga, tiempo para meditar, círculos de lectura, asistencia a galerías, música relajante y el propio reconocimiento a la espiritualidad.
Esto a través de fiestas de guardar de distintas religiones, tiempo de oración o capillas en la oficina y un profundo sentido de que nuestros credos transforman lo que somos y hacemos. Si. Necesitamos que nuestras deidades permanezcan con nosotros siempre, aún en el trabajo. Necesitamos esa voz que nos asegura :”no estás solo”.
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