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En línea con los principios de la Cuarta Transformación, Carrillo Luna afirmó que el cuidado de los seres sintientes es una responsabilidad ética.
Abanico
La cultura del silencio
Por Ivette Estrada
Optamos por callar cuando consideramos que no vale la pena disentir, matizar o enriquecer percepciones, cuando nuestra voz no resulta valiosa, significativa o importante, cuando nos rehusamos a destacar y, si, también cuando percibimos que es parte de la cultura de un país, grupo o empresa, aunque no se diga abiertamente que se privilegia el silencio.
No emitir opiniones ni debatir es parte de la educación. Máxime si formamos parte de grupos minoritarios etarios, de orígenes o credos distintos a quienes ostentan el mando. La exclusión inicia en casa con frases aparentemente inocuas como:
_Esta es plática de adultos.
Con el tiempo esta frase se transforma en que no debemos intervenir si es una conversación que atañe a la C-suite, a quienes detentan el poder político, a los miembros ilustres, a los blancos, a los hombres…a un largo etcétera.
Entonces el silencio se convierte en nuestro escudo y armamento.
Cuando una relación personal se resquebraja al límite, cuando ya no hay posibilidades de entendimiento, cesan de golpe las recriminaciones y lamentos, impera un crudo resentimiento, se impone una peligrosa hostilidad encubierta.
_¿ Te molesta algo?, ¿qué tienes?
_No. Nada.
Y en ese nada está el todo.
En el ámbito corporativo existen dos consignas. Una es abierta y falaz, la que invita a comentar, proponer y disentir. Otra soterrada que es la que se impone cotidianamente: hablar es peligroso.
En reuniones para presentar proyectos y cambios de gestión, el directivo establece pautas a seguir. Como acción inercial comenta:
_ ¿Alguien quiere decir algo al respecto?
La acción esperada y menos peligrosa es bajar levemente la cabeza y negar. Implícitamente es aceptar que todo está dicho.
Un adagio popular, “calladita te ves más bonita”, resume la noción de que la pertenencia a un grupo se paga con el silencio.
Paradójicamente, quien no habla es desdeñado. Es el que menores oportunidades de promociones y recompensas tiene. La voz es un riesgo, pero también en la posibilidad de generar cambios, establecer consciencia y crear nuestra propia reafirmación y crecimiento en una corporación.
Al unísono, el líder que se atreve a escuchar y libera a sus colaboradores de la cultura del silencio, logra librarse de sus propios sesgos y cortoplacismo. Entonces crecerá su percepción y multiplicará ideas y soluciones mientras acentúa el compromiso y colaboración de sus equipos de trabajo. Develar la propia voz es un ejercicio que empieza con el autoconocimiento, con develar quiénes somos, qué queremos y para qué. El preludio de expresar cualquier cosa es la conversación continua con uno mismo y la atención plena al momento presente. Esos son los elementos que volverán nuestra voz fuerte, convincente y sin amagues.
En línea con los principios de la Cuarta Transformación, Carrillo Luna afirmó que el cuidado de los seres sintientes es una responsabilidad ética.
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