Soy un sobreviviente: Marco Antonio Villasana

13 agosto, 2024 By Adalberto Villasana Miranda
La danza me volvió a poner de pie: Marco Antonio Villasana.
La danza me volvió a poner de pie: Marco Antonio Villasana.

Bailarín, maestro y coreógrafo, mi afición por el ballet se dio cuando yo era un niño, al ver por primera vez, con gran asombro, a una joven bailarina, Hilda Rosa Lara Alarcón, esta es mi historia.

La historia de Marco Antonio Villasana

Yo soy Marco Antonio Villasana Hernández, nací el 14 de abril de 1952, tengo 72 años, en la Ciudad de México. Soy un sobreviviente, y si comparto mi historia es porque creo que soy un ejemplo de tenacidad y esfuerzo para superar el infortunio.

Toda mi vida, me he dedicado a estudiar, podría ser un estudiante por siempre: soy licenciado en relaciones internacionales, titulado, egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, recibí por mi tesis “El aprovechamiento estratégico de los recursos marinos nacionales”, un reconocimiento del Presidente Luis Echeverría para mis padres, donde se menciona mi calidad humana y mi excelencia como profesional, al dialogar con este estadista fue como presentar otro examen profesional; estudié también periodismo en el Instituto Ludwig von Misses, dirigido por Carolina Bolívar, y como maestros los más importantes representantes de la prensa en México, entre ellos Fernando Mota, llevo treinta años de ejercicio profesional. He trabajado en medios escritos, periódicos y revistas, radio y televisión, lo que me ha permitido conocer a grandes personalidades, en el campo de la ciencia, la medicina, la cultura y el arte en muchas de sus vertientes, puedo mencionar a su Santidad el Dalai Lama, a Rudolf Nureyev, uno de los mejores bailarines del mundo, al astronauta Chang Diaz, miembro de la Primera Misión Espacial de los 90s, Dolores Olmedo, la mayor coleccionista de obra de Diego Rivera, Harold Moscovic, creador de la técnica de sanación Luz Dorada, así como a Enrique Álvarez Félix, Silvia Pinal, Gloria Mestre con quien me unió una gran amistad, entre muchos otros.

Bella sonrisa y Roberto Mitsuko restablecieron mi autoestima con su ejemplo y disciplina.
Bella sonrisa y Roberto Mitsuko restablecieron mi autoestima con su ejemplo y disciplina.

Por otra parte, fui bailarín, maestro y coreógrafo, mi afición por el ballet se dio cuando yo era un niño, al ver por primera vez, con gran asombro, a una joven bailarina, Hilda Rosa Lara Alarcón, interpretar -caracterizada y en puntas- El pájaro azul, me pareció un ser fantástico. Mi primera maestra, tendría yo ocho, nueve años,  fue María Alarcón, mi querida Maye, quien tenía un gran conocimiento sobre este arte, quien al ver mi interés, me enseñó con toda seriedad los rudimentos del ballet en el barandal de su gran terraza, pero en secreto, no era bien visto que un varón lo practicara; siendo un universitario descubrí que en Casa del Lago en el Bosque de Chapultepec, de la Ciudad de México, se impartían clases de danza contemporánea, la primera clase a cargo del maestro Luis Zermeño, un militar por su exigencia y bárbara disciplina; la segunda por el maestro Raúl Flores Canelo, una eminencia dancística, pero totalmente diferente a la clase de Zermeño, más amable.

Mi padre siempre me apoyó en lo que yo deseara estudiar, gracias a él aprendí también idiomas, inglés y francés, pero no me atrevía a solicitarle me financiara la clase de danza pero mentí y le dije que quería aprender a tocar la guitarra, no hubo problema me proporcionó el dinero, pero días después llegó con la guitarra, la cual tuve que cargar con ella a mis clases de danza y muchas veces me confundieron con cantante de los camiones.

"La última danza de un guerrero" coreografía Marco Antonio Villasana
“La última danza de un guerrero” coreografía Marco Antonio Villasana.

Tengo muchas anécdotas de ese tiempo, no tenía mallas para presentarme a clases, pero revisando en la ropa que había en la casa, encontré unas de color negro para el invierno, que un tío en uno de sus viajes a México procedente de Chicago, había olvidado en casa de mi abuela. Maye me ayudó a adecuarlas para la clase, cortó los pies, remató sus bordes, además les agregó un resorte para que se detuvieran del arco del pie, porque la danza contemporánea se baila descalzo, y no sólo eso me instruyó en la manera correcta de usarlas.

 Con mi padre no había nunca regaños, pero mi madre era otro cantar, demasiado estricta, al yo partir para mi primer clase con todo el entusiasmo, mientras me lavaba los dientes, ella revisó mi mochila, y además de las mallas encontró mi credencial que me acreditaba como estudiante de danza, al tomarla para partir fue muy dura conmigo porque dijo: “En mi casa ha habido intelectuales no maricas”, para mí fue como recibir un cubetazo de agua fría, salí corriendo, y me refugié con Maye, al verme abatido, me aconsejó “No estás haciendo nada malo, lo único que te pido es que seas el mejor”.

Y así transcurrió el tiempo en que fui adentrándome cada día en la técnica y disciplina de la danza, recuerdo las palabras del maestro Canelo: “Nunca compitas con nadie, compite contigo mismo”, “Cada clase es una función, no esperes para estar en un escenario, da desde ahorita lo mejor de ti mismo ”, y en una ocasión que no pude realizar los ejercicios por su dificultad, al acabar la clase me alcanzó y nos fuimos los dos caminando, yo iba triste y deprimido, en eso pasó frente a nosotros un chico incapacitado, arrastrándose en un carrito de valeros, Canelo, con su gran sabiduría dijo “Marco no veas nunca hacia abajo, porque por momentos podrías sentirte superior, que tu mirada siempre se dirija a las estrellas, debes aprender que hay que poner mucho esfuerzo y entrega para alcanzar tus metas”.

Tengo más que agradecer que motivos para quejarme.
Tengo más que agradecer que motivos para quejarme.

Deseando mejorar mi desempeño, ingresé a la recién inaugurada escuela del Ballet Independiente, tarea que no fue fácil, yo no contaba con recursos para pagar una colegiatura bastante onerosa, pero las circunstancias se dieron o las diosidencias. Al revisar el periódico que llegaba a mi casa cada mañana, descubrí el anuncio de TMM Transportación Marítima Mexicana, que abría su convocatoria para trainings, entrenamiento de nuevo personal, para lo que se requerían estudios de licenciatura, entre otras carreras la de Relaciones Internacionales, dominio del idioma inglés, todo eso yo lo reunía, y por si fuera poco había tomado un seminario muy importante sobre Transporte Marítimo y Comercio Internacional en el recién inaugurado IMCE, Instituto Mexicano de Comercio Exterior; concursé con más de cien postulantes y quedé; por si fuera poco me dieron permiso de llegar después de las nueve de la mañana, hora oficial de entrada, porque expuse que tomaba clases de inglés.

El ingresar a la escuela del Ballet Independiente, fue un gran logro y una experiencia fantástica, el salón fue instalado en lo que fue una bodega o un taller automotriz, era gigantesco, al centro una especie de ring en alto, barras metálicas lo rodeaban, su piso pulido de madera, con un muro al frente de espejo, se respiraba un aire de profesionalismo, dos veces a la semana nos impartían ballet clásico y tres días técnica Graham, fue la formativa en los 70s. Recuerdo en la puerta de entrada nos recibía un mensaje “Alegría de una disciplina difícil”. En mi opinión el bailarín es el único artista que se convierte en su propia obra de arte, con base en su disciplina y entrega.

Sonrío, soy un sobreviviente: Marco Antonio Villasana.
Sonrío, soy un sobreviviente: Marco Antonio Villasana.

Mi primer maestro de clásico fue Michel Descombey, quien fue director de la Ópera de París, un honor tomar clases con él; como maestros de Graham, la directora del ballet Gladiola Orozco, Luis Zermeño, Mario Rodríguez, y Bernardo Benítez, en paz descanse, el mejor maestro que he tenido en mi vida, te motivaba al cien a esforzarte, con el llegué también a tomar clases particulares por la tarde.

Como estudiante, fui testigo de la separación de la compañía, que dio pauta a la formación de dos vertientes:  Ballet Independiente dirigido por Flores Canelo, cuya sede se creó en un viejo edificio en la calle de Vizcaínas,  Centro Histórico de la Ciudad de México, y el Ballet Teatro del Espacio, que quedó en su misma dirección en la calle de Hamburgo, Zona Rosa, donde seguí estudiando; recuerdo que mi rutina diaria consistía en levantarme a las 5:00am, tomar un baño, desayunar algo frugal, y salir corriendo a la avenida Misterios, vivía en la Villa de Guadalupe, para tomar el camión o el pesero, era una competencia con otros pasajeros para abordarlos o subir al camión apremiados por el tiempo; siempre he sido muy acelerado, me bajaba del transporte en Reforma, y corría para llegar a calentar el cuerpo antes de la clase, a diferencia mía me llegaba a encontrar a uno de mis compañeros, Lino Perea, que siempre iba de lo más tranquilo y cantando “Como gasto papel en recordarte”.

Cada clase era de lo más disfrutable, por una hora y media te olvidabas de cualquier problema, del mismo mundo, ya que tu atención estaba enfocada en trabajar con tu cuerpo y tu mente en recibir órdenes e indicaciones, como mapas o patrones a seguir; uno de mis maestros afirmaba que cada clase era un ritual religioso, una misa, porque con los pies trazábamos y trazábamos la señal de la cruz. Hoy yo mismo me pregunto, ¿cómo es posible con huesos largos, poder crear movimientos curvilíneos?

Volviendo al mensaje que nos recibía al llegar a la escuela, “Alegría de una disciplina difícil”, así lo viví, ya que sonreías cuando lograbas al fin realizar con maestría lo que en un principio se te dificultaba.

Hubo una coreografía de Michel Descombey en especial que a todos los varones de clase nos atraía, El Boxeador, un solo para un bailarín, muy espectacular, que precisamente como un boxeador se entrena para una pelea, de una gran dificultad técnica, ejercicios y saltos difíciles de ejecutar, y que termina con el boxeador noqueado por él mismo. Asimismo, el virtuosismo coreográfico de Descombey, lo llevó a mezclar cantos de ballenas con música clásica para una de sus coreografías, o fue épico su “Año Cero” donde los bailarines utilizaban unos trajes inflables de payasos, y cuya temática era el hastío que enfrenta el hombre moderno ante la sociedad de consumo, que lo lleva a despojarse de todo lo accesorio y al final de la misma mostraban los bailarines sus cuerpos desnudos y no se diga su famosa “Ópera descuartizada”. Este gran coreógrafo francés trajo un aliento de modernidad a la danza mexicana que sólo abordaba temáticas nacionalistas, fue una gran experiencia asistir a cada una de sus funciones y ser testigo de sus innovaciones.

Con Gloria Mestre... Primera Bailarina y actriz...mi maestra y amiga...entre los dos se dió una gran amistad compartió su vida y su saber conmigo.
Con Gloria Mestre… Primera Bailarina y actriz…mi maestra y amiga…entre los dos se dió una gran amistad compartió su vida y su saber conmigo.

Mi vida hasta ese momento había sido miel sobre hojuelas, uno de mis propósitos era viajar a Nueva York, tenía el deseo de estudiar en la escuela de Martha Graham, pero mi salud decayó, y poco a poco fui perdiendo fuerza física, acudí a consulta con un médico que en una ocasión me atendió de una lesión, me acompañó mi padre, yo ya no podía manejar, su veredicto, textual y brutal: “En mi opinión su hijo padece distrofia muscular, acabará como un costal de papas”, si yo hubiera ido solo, me hubiera aventado de un puente, y si hubiera tenido una pistola a mi alcance me hubiera suicidado. Al llegar a casa, mi padre se comunicó con su hermano, mi tío Antonio Villasana Escobar, uno de los mejores histopatólogos de México, y este le dijo que el diagnóstico estaba equivocado, que no podía ser distrofia muscular porque sólo le da a niños, no a un hombre de mi edad, y opinó por los síntomas que era probable yo padeciera de Polimiositis, por una mancha como de mariposa que apareció a los lados de mi nariz, que es característica de esta enfermedad, la inflamación de mis músculos, y las fuertes temperaturas… por insistencia de mi madre al agravarse mi estado, se me internó de emergencia en el Hospital de la Torre Médica de Especialidades La Raza, el 13 de agosto de 1980, fecha que nunca he olvidado porque fue un parteaguas en mi existencia.

En mi calidad de crítico de danza fue un honor poder dialogar con la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso.
En mi calidad de crítico de danza fue un honor poder dialogar con la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso.

Polimiositis: poli, mucho, mio, músculo, sitis inflamación, que me postró en una cama de hospital; mi mundo quedó atrás, después de tener un dominio corporal total como bailarín, quedé sin movimiento.

A mi padre César Villasana Escobar, químico de profesión e investigador médico, le pedí me hablara con la verdad, sobre mis expectativas no sutilezas, porque aprendí en uno de tantos cursos que he tomado en mi vida, que “Para escapar de una jaula, se necesita conocer muy bien esa jaula” por eso siempre le insisto a los que padecen cualquier enfermedad en documentarse a fondo para poder encararla y superarla.

Mis expectativas eran o moría o quedaba incapacitado de por vida, sin poder valerme por mí mismo, nada alentador.

Recibiendo de manos del gran maestro Roberto Mitsuko el Premio Internacional Ray Tico por mi carrera profesional como artista en el Senado de la República.
Recibiendo de manos del gran maestro Roberto Mitsuko el Premio Internacional Ray Tico por mi carrera profesional como artista en el Senado de la República.

Después de días de no recibir ni diagnóstico ni tratamiento por parte de los médicos, mi madre recurrió a un familiar, Juan Antonio Andrade, un funcionario del Seguro Social, y le dijo “Nunca te he pedido nada, pero mi hijo se está muriendo, por favor haz algo”, y gracias a su intervención, fui diagnosticado de inmediato por el mismo director del centro hospitalario, el Dr. Antonio Fraga, y se me efectuaron un sinfín de análisis de todo tipo, sumamente agotador.

 Al principio la enfermedad se atacó con dosis muy altas de cortiesteroides y como un refuerzo se me administró un medicamento especial para pacientes trasplantados Inmuran, porque mi sistema inmune me desconoció y me estaba matando, había que frenarlo.

Se preguntarán ¿fue una infección?, ¿un virus?, ¿un contagio?, no había una causa, yo era un atleta, sin ningún vicio, pero… antes de manifestarse la enfermedad, tuve una fuerte confrontación con una compañera de danza, que en su supuesta superioridad, al encargarle mi maestro Bernardo Benítez terminara la clase, empezó a criticar mi desempeño de una manera cáustica; al salir de clase muy contrariado, y lo que voy a mencionar por favor tómenlo en cuenta, dije con coraje: ¡SOLO QUE ENFERMARA DEJARIA LA DANZA! Y como un genio el universo respondió ¡tus deseos son mis órdenes!

Con Hilda Rosa Lara Alarcón mi primera maestra de Ballet Clásico recibiendo el Premio Ray Tico por mi carrera artística como bailarín
Con Hilda Rosa Lara Alarcón mi primera maestra de Ballet Clásico recibiendo el Premio Ray Tico por mi carrera artística como bailarín

De acuerdo con la Ley de la Atracción, tus pensamientos son magnetos, y tus pensamientos tienen una frecuencia. Cuando tu piensas, tus pensamientos son enviados al universo, y magnéticamente atraen todas aquellas cosas que están en tu misma frecuencia. O sea todo lo que enviamos al universo regresa a la fuente donde fue enviado.

Por mi vulnerabilidad, se me aisló en un cuarto privado, cualquier contagio, desde una simple gripa, me podía afectar sobremanera, se me alimentaba con dieta líquida, licuados de fruta y leche, pasados por un tamiz, cualquier grumo me podía ahogar, porque también presenté disfagia y disfonía, es decir no podía tragar los alimentos, y me costaba también trabajo hablar.

Mi estancia en el hospital dos, tres, cuatro, cinco o seis meses, no lo recuerdo bien, porque hubo un tiempo que salí a mi casa pero agravé y se me volvió a internar, fue una etapa de gran reflexión, como una película toda mi vida pasaba frente a mí; recuerdo en las noches veía desde la ventana como un collar de brillantes y rubíes interminable en movimiento, efecto producido por los faros de los autos al pasar en su carrera por el Circuito Interior. A diferencia de otros pacientes no pedí una televisión, sólo escuchaba música clásica, porque tampoco podía leer, no tenía fuerza para sostener un libro, en mi imaginación me visualizaba como un gran corcel blanco corriendo a campo traviesa.

Años después, aprendí que los caballos a nivel espiritual son símbolos de libertad, resistencia, majestuosidad, espíritu, determinación y coraje. Son criaturas conocidas por esforzarse y no se rinden fácilmente. Realmente nunca me rendí, no quiero decir con esto que no llegué a caer en crisis, sí lo hice, y preguntaba a Dios “¿Ni más bueno ni más malo que cualquiera de tus hijos, porqué yo?

Afortunadamente, en mi camino siempre encuentro ángeles humanos, y uno de ellos fue el doctor De la Riva, quien me tuvo un gran afecto y me mantenía ocupado, mandaba a los jóvenes médicos que hacían su internado para que yo les tradujera del inglés algún capítulo de uno de sus libros, Principles of internal medicine, sosteniendo ellos el libro y cambiando de página; otro personaje en mi estancia hospitalaria fue la enfermera Raquel Alcalá, quien fortaleció mi fe con su sabiduría nata, en sus charlas conmigo me decía: “Ten paciencia, recuerda cada nuevo día es representa sanación y cuando te vayas a casa vas a irte en mejores condiciones que cuando llegaste ”; de igual manera Daniel, quien laboraba en el mismo piso donde yo me hallaba internado, siempre tuvo muestras de afecto conmigo, y un día que tembló muy fuerte no se separó de mi lado; viene también a mi mente el encuentro con una pequeña mujer, con la mitad del rostro destrozado, el cual cubría con su cabello, cayó de una azotea; un día entró a mi habitación a platicarme su historia y darme aliento de que yo iba a salir adelante.

Por su parte, mi familia fue un apoyo incondicional, mis padres siempre presentes, mi mamá con una fe inquebrantable ante la adversidad que vivíamos, nunca lloró a mi lado, siempre férrea, mi padre más intimista pero también un ser muy espiritual, dicen que en ambos su rostro mostraba la pena de tener un hijo enfermo, y no se digan mis hermanos, César, Manuel y Rosario; junto con los amigos se hicieron cadenas de oración por mi recuperación.

En esos días aprendí que en un instante tu vida puede cambiar, que nada de lo que posees te es útil cuando estás enfermo, ropa, auto, cuenta bancaria, títulos… pero lo más importante, mi fe nunca decayó, se fortaleció, dando por hecho que Dios, la Tierra, el Universo, podría concederme otra oportunidad, recuerdo una de las frases que leí en la Biblia “Tu fe te ha sanado”.

Asimismo, fueron muchos los personajes que conocí en el hospital, algunos de ellos como ya lo he mencionado de lo más bondadosos, otros rudos y crueles, no entiendo cómo si están atendiendo a seres humanos dolidos, actúen de esa manera: uno de ellos, un médico de Chihuahua, omito su nombre aunque a la fecha lo recuerdo bien, al preguntarle cuando me enviarían a rehabilitación, simplemente contestó hazte a la idea de que no vas a volver a caminar, cuando salió de mi cuarto, me dije: uno es lo que usted diga, otro lo que yo diga, y otro más lo que diga Dios.

Una de las experiencias más desagradables que tuve, fue con un especialista en electromiografía, al dejarme el camillero fuera de su consultorio para ese estudio, salió a llamar al paciente en turno, respondí que era yo, me dijo que pasara, le contesté que no caminaba, y de la manera más brusca empujó la silla de ruedas con violencia, con el riesgo de que yo cayera de la misma, una vez que encendió su aparato, me clavaba las agujas en las piernas sin pensar en el dolor que me causaba y su veredicto fue que mis músculos estaban muertos.

Con la Primera Bailarina Neri Fernández amiga y maestra.
Con la Primera Bailarina Neri Fernández amiga y maestra.

Estando todavía hospitalizado, fui un conejillo de indias para otro practicante, que le dijo a la enfermera que lo asistía que no se quería ir a República Dominicana, de donde era originario, sin realizar una biopsia, la practicó en mi muslo izquierdo, demasiado profunda y lastimando mi tejido muscular, y lo peor del daño es que no sirvió de nada, a la fecha con algunos movimientos o ejercicio me causa dolor.

Afortunadamente, ya controlada la inflamación, fui enviado al fin a la clínica de rehabilitación. Yo provenía del mundo de la danza, donde hombres y mujeres buscan la máxima estética en cada uno de sus movimientos,  y después de estar aislado en el hospital por tanto tiempo, para mí fue algo impresionante, confrontar tanto dolor, jóvenes que se habían accidentado en motocicleta y que habían quedado incapacitados para toda su vida, algunos de ellos cuadripléjicos (parálisis que afecta la movilidad del cuerpo, del cuello hacia abajo); otros mutilados de sus extremidades, otros usando muletas, sillas de ruedas, o encerradas sus extremidades en armazones de metal para intentar volver a recuperar algo de movilidad.

Era una faena para mi madre y para mí, esperar la ambulancia desde antes de las 7:00 am para llevarme a la clínica, recibir un tratamiento de menos de media hora, y esperar de nuevo largas horas para el regreso a casa, no puedo negar que todo ese esfuerzo haya contribuido en algo a mi recuperación, pero lo que más me ayudó, es que en mi casa yo no paraba de moverme en mi silla de ruedas, en un continuo vaivén, hasta que un día la silla de metal se partió en dos.

Cuando ya pude sostenerme de pie con cierta inseguridad, aunque todavía no caminaba, pedí me pararan frente a la gran barra donde muchas veces practiqué danza, y de ella me sostuve; con lo que no contaba era que por mi inmovilidad, algunos de mis músculos estaban rígidos y otros perdieron su elasticidad, y al estar de pie me producían un gran dolor, pero con estoicismo dije: si me sostuvieron, me van  a volver a sostener de nuevo, pero al sentarme sentía como una puñalada en la cintura, no obstante, seguí fortaleciendo mi cuerpo hasta que empecé como un niño a gatear y después a dar mis primeros pasos.

Un día, cuando llegué a la clínica caminando, asistido por mi padre, los familiares de otros pacientes que me habían visto en silla de ruedas, se arremolinaban y le preguntaban ¿qué me había dado?, ¿qué me habían hecho?, sin saber que lo mío no fue un accidente. Esta remembranza, me hace bien recordarla, porque pienso y me digo: Marco si te levantaste de una silla de ruedas, volviste a caminar y valerte por ti mismo, cualquier situación que enfrentes hoy día no tiene importancia comparado con lo que viviste.

Algo que hacía también en el hospital o la clínica de rehabilitación, era corregir a las recepcionistas, enfermeras o terapistas, cuando se dirigían a mi madre preguntando sobre su “enfermo” y yo respondía molesto, no estoy enfermo estoy en recuperación, no aceptaba cobijar a la enfermedad, ni mucho menos a la incapacidad, que es lo que hacen muchos. Siempre he pensado que cuando aceptas tu enfermedad es una programación muy difícil de borrar de tu mente:  por dar un ejemplo, cuando afirmas soy diabético, soy hipertenso, tengo cáncer, padezco insuficiencia renal, soy portador de VIH, en lugar de pensar estoy en tratamiento, en recuperación.

En mi mente siempre recordaba las palabras de Martha Graham “Derecha la espalda, porque ahí nacen las alas”.

Una de las psicólogas que me atendió en la clínica de rehabilitación me comentaba que hay pacientes que una vez rehabilitados, no se atreven a dar el siguiente paso que es integrarse de nuevo a la sociedad, se quedan en su casa como vegetales, porque sufren de inseguridad, angustia y pánico.

Al principio de volver a caminar no utilice ni muletas o bastón, me auxiliaba con un palo largo como el de los pastores, y muchas veces regresé de la clínica caminando a casa, sin seguir la advertencia de los terapistas de irme con cuidado; en una ocasión, estaba lloviznando, y una mujer por ganarme el paso, me empujó, perdí el equilibrio y caí cuan largo soy, se me estrellaron los dientes frontales, mismos que perdí tiempo después, me mojé y ensucié de lodo, sangraba, pero la gente que pasaba me confundió con un borracho y ante la indiferencia que caracteriza al ser humano nadie me auxilió.

Al paso del tiempo de mi recuperación física, casi dos años, lo que me costó más trabajo fue recobrar mi autoestima, uno de los médicos que me veía me dijo “Es usted un malagradecido, porque ya camina”, y con coraje le respondí, ¡lo sé, pero yo bailaba!

Y superando todas las profecías médicas, primero regresé a trabajar, en el área de logística internacional de una compañía química, lo que me fortaleció, ellos nunca se enteraron que prácticamente estaba en recuperación, después decidí titularme, renuncié y regresé a la universidad.

En ese tiempo al asistir a un evento de danza en el palacio de Bellas Artes, me encontré al maestro Roberto Mitsuko, uno de los más importantes bailarines y coreógrafos de México, quien con su manera tan peculiar de hablar, es cubano,  me regañó por lo descuidado físicamente que me veía, los cortiesteroides me había hecho subir de peso, al contarle parte de mi historia de lo que había vivido, me invitó a “una clase para jodidos”, esas fueron sus palabras; acepté su invitación, fui a su estudio con todo el nerviosismo del mundo, la que impartía la clase era Mitsuko, su esposa, Primera Bailarina y maestra, y un maravilloso ser humano, al estar ahí sucedió el milagro y con limitaciones, no lo niego, volví a tomar clase de ballet; recuerdo también que al estar realizando un ejercicio de mis preferidos, gran battement, en el que lanzas la pierna y te llega a tocar la rodilla casi la cabeza, empecé a llorar, la maestra Mitsuko  corrió a preguntarme si algo me pasaba y yo le contesté no es nada, estoy llorando pero de alegría.

Soy un hombre agradecido, mi vida ha estado llena de grandes mujeres de quienes he recibido siempre apoyo: una de ellas mi madre, Rosario Hernández Monreal, con su ejemplo de lucha y superación, nunca me dejó caer; mi hermana Rose, con su extrema bondad, ella estuvo siempre presente en mi recuperación, al igual he recibido su apoyo en todos mis proyectos como profesional y no se diga artísticos, la compadezco porque le tocó como hermano, el músico, poeta y loco; mi directora de tesis, Laura Alicia Palomares, ella me motivó  a retomar el tema del mar para la elaboración de mi tesis, porque hubo también un maestro especialista en ese tema, que cuando yo fui estudiante universitario, bloqueó mi carrera profesional por su antipatía hacia mí; y hoy que lo reflexiono su mala voluntad fue un acicate para demostrarle que concluí mi carrera, me titulé y con honores, muchos de mis compañeros de generación sólo acabaron como pasantes. Laura me enseñó a investigar investigando, me fortaleció con su enseñanza y exigencia, y como fruto con mi tesis no sólo me titulé, gané un premio de investigación y lo digo con orgullo soy egresado de la UNAM y fui calificado por el Politécnico con el primer lugar lo que considero es doblemente meritorio.

Otras mujeres en mi vida dignas de mencionar, son Pilar González Parra, ella me dio mi primera oportunidad como periodista en su semanario El Despertar de México, con la fuerza de la palabra positiva; Elvira Mendoza, directora de la Revista Activa, te exigía impecabilidad en tu trabajo y en tu persona, recuerdo al revisar unas fotos de las que yo era responsable, me preguntó ¿fue un error o ignorancia? Lo que me obligó a prestar atención todavía más a todos los detalles.

Y no se digan mis maestras en el mundo de la danza, la más importante Bodil Genkel, un ejemplo como artista con una disciplina titánica. Por invitación de un amigo participé como oyente en el curso de coreografía que ella impartía, pero la misma dinámica de la clase, como un imán, me hizo integrarme activamente; al final del curso teórico pensé que yo no estaba obligado a presentar ninguna coreografía como examen final, pero para mi sorpresa no fue así, y tuve que hacerlo, preparé mi participación: con base en un texto de Carlos Castañeda, Viaje a Ixtlán, titulé mi coreografía “La última danza”; la historia narra que al disponerse un guerrero a morir busca un lugar sagrado para bailar por última vez ante su muerte, como vestuario, un suspensorio de piel, y ayoyotes, cascabeles aztecas o huesos de fraile en una de las piernas, así como un maquillaje especial que me cubría el rostro y parte del cuerpo, música prehispánica, había el riesgo de caer en lo folklórico pero no fue así.

El día llegó, ya para iniciar la danza, era notorio que no podía controlar el temblor de mis piernas, Bodil detuvo todo y sólo dijo enérgica “¿Eres o no eres bailarín, ahí está la puerta?”, su llamada de atención me impulsó: bailé acompañado por José Luis Sandoval, yo era el guerrero y él interpretaba a la muerte, y como una sombra seguía cada uno de mis pasos, hasta que al final de la danza empieza a pegarse y pegarse en mí, impidiendo con sus brazos como mancuernas mis movimientos, era como luchar contra una fuerza que te aplastaba, cayendo lentamente yo al piso, y la muerte triunfante tomó mi lugar… Bodil calificó mi desempeño con aciertos y lógico también errores, pero señaló que le había llegado muy profundo, tocando su corazón.

Transcurrió algún tiempo, mis compañeros me buscaron y me dijeron que Bodil quería verme, llegué al salón de clase, con su gran gestualidad de bailarina, sin palabras, me indicó con su mano que aguardara afuera; al finalizar la clase, pasé, me pidió acercara una silla, y rompiendo el silencio entre ambos, me dijo que pese al poco tiempo que tenía de conocerme, yo le inspiraba una gran confianza y compartió conmigo: Marco Antonio padezco cáncer, y los médicos me pronostican sólo unos meses de vida, sin poderlo evitar unas lágrimas escaparon de mis ojos, me sentí impotente; me pidió entonces me incorporara a su compañía, “Móviles”, como encargado de ensayo y relaciones públicas, lo cual acepté, estuve con ella hasta su final; recuerdo también que el día de mi cumpleaños, 14 de abril, al salir a comer con mi hermano, vi un hombre vendiendo un gran ramo de rosas rojas, lo compré sin pensarlo y lo llevé a su casa, nadie me abrió la puerta y como un homenaje lo dejé en la puerta de entrada, al otro día su hijo Pedro me avisó de su muerte… ¿qué aprendí de esta gran mujer?, su impecabilidad, su fortaleza, y el seguir creando hasta el último día de su vida.

El Día Internacional de la Danza, celebrado en el mes de abril, a unos días de su fallecimiento, fue dedicado a su memoria, la sede  el Museo del Chopo, y para mí un novel coreógrafo, como representante de “Móviles”, un honor que mi coreografía “Náufrago” se bailara ese día.

Y no quiero dejar de mencionar a otra extraordinaria mujer, Susan Shore, un verdadero ser de luz, ella me acercó al mundo espiritual y con su saber recuperé mi salud, no he vuelto a tomar un medicamento.

Con la suma de toda mi experiencia vivida es como me atrevo aconsejar:

Primero, que debemos ser muy cuidadosos con nuestras palabras, son decretos al universo, con un gran poder.

Segundo, que nuestra vida es un instante y puede cambiar de la noche a la mañana, debemos celebrarla cada día.

Tercero, que la salud es lo más importante que poseemos, y que sin ella nada sirve lo que tengas.

Cuarto, que los médicos no son dioses, y con tu fe puedes demostrarles que existen los milagros.

Hoy ignoro ¿cuántos años, meses o días, tendré por delante? pero los que sean los valoro, porque tengo más que agradecer que motivos para quejarme.

Categorias: Recreación 

14 respuestas a “Soy un sobreviviente: Marco Antonio Villasana”

  1. Liz Tello dice:

    Que increíble lucha y vida llena de cosas hermosas a pesar de los momentos de sufrimiento gracias por compartir tu vida con nosotros ame la foto con las cadenas tan metafórica y real!!! Se comprendió Perfecto tu sentimiento de frustración ante un cuerpo q no respondía para hacer lo q mas amabas (bailar) gracias gracias gracias

  2. Carlos Rincón Iglesias dice:

    Un testimonio digno de contar de generación en generación, muestra de lo que se necesita para obtener un milagro: visión, fe, y acción.
    Me honra tu amistad querido Marco Antonio, te admiro y te amo aún más. ¡Un abrazo enorme!!!

  3. Sebastián dice:

    Una historia que verdaderamente inspira a seguir adelante y a vivir la vida con mucho amor. Te admiro y deseo que sigas compartiendo tus historias por mucho tiempo, muchas gracias

  4. Angel Ramirez dice:

    Aparte de ser un sobreviviente de la danza, eres un extraordinario ser humano, admiro y respeto tu dedicación y empeño en todo lo que realizas, Gracias por ser mi maestro! Por tu enseñanza de vida, es un honor para mí, ser tu amigo. Gracias Marco Antonio Villasana, Doy gracias al universo por permitirme conocerte. Gracias, Gracias, Gracias.

  5. Maria Tello dice:

    Un ejemplo de vida fantástico! Tu vida inspira! Gracias por nunca rendirte!

  6. Mario Frías dice:

    Una verdadera experiencia, el viaje de tu vida. La celebro! pues tu incansable espíritu que se ha visto arrastrado por vicisitudes infranqueables; sigue aprendiendo y sigue reafirmando que EL SER HUMANO, lejos de buscar una bonita referencia de vida se empecina en dar lo cruel de su peor versión, en sacar lo podrido de su interior. .. y TÚ solo has tenido la férrea voluntad de levantar y continuar tu vuelo liberador. A pesar de ésa crueldad que caracterizó a los individuos cegados y egoístas que te circundaron.
    Admirable y tenaz voluntad con la que fuiste creado, pues no paras hasta lograr tu meta. Amigo. Talvez seas un ejemplo que tenga que ser expuesto, valorado y reconocido.
    Pero desde éste rinconcito de naturaleza, te enviamos nuestra cincera admiración por el recipiente que ERES conteniendo un cúmulo de referencias y anécdotas que tienen que ser contadas.
    Abrazos afectuosos.. .
    M. & M.

  7. Marcos santana dice:

    Marco ud todo un guerrero,de palabra sutil pero directa,tu no eres la pluma eres la tinta,contador de de historias y emociones desde el cuerpo,para algunos quizá no eres para otros eres lo que no pudieron …y vi tus pies listos para la danza que debieron ser hechos una oración con todo tu cuerpo. A la gente le pesa cuando eres y tú sos.

  8. Diana dice:

    Marco Antonio Villasana es un ejemplo y una inspiration para mi. Una vida llena de logros y tambien dolor pero una ensenansa para la vida. Me inspiras a seguir mis propios suenos que no he tenido el valor de seguirlos. Gracias por darme fuerza y Fe a traves de tu vida y escritura.

  9. Alejandra Tello dice:

    Eres un ser bendecido que así lo reconoce y agradece, por eso Dios siempre ha estado a tu lado. La historia de tu vida; tu trayectoria, no es más que la de un ser que sabe vivir, y que se ha enfrentado a los devenires de la vida. Nunca te has rendido y no lo harás, porque tú misión en la vida fue aprender y enseñar, como el infortunio no es la derrota sino el reto a salir adelante. Te admiro y quiero muchísimo.

  10. Rosario villasana dice:

    Ejemplo de vida aunque poco me mencionaste y hasta me hernie por levantarte . estoy muy orgullosa de tus logros y tienes mucho más que contar, respira y deléitanos con más.

  11. Joan Zamora dice:

    Marco!, que gran historia de vida, determinación, fe, convicción y superación, sin duda una inspiración para siempre seguir adelante y confiar en nosotros mismos. Muchas gracias por compartirnos tu historia. Eres un gran ser humano. Te quiero!!

  12. JOSÉ ANTONIO ERREJON UNDIANO dice:

    Querido Amigo, eres el ejemplo vivo de la resiliencia, te has enfrentado a muchos desafios, los has superado y fortalecido. No se si alguna vez te vi en alguna presentación del Ballet Teatro del Espacio en San Luis. te admiro y agradezco que compartas tu historia y tus consejos. El desarrollo del relato me atrapó y emocionó, tienes mucho que contar, me dejas con ganas de saber más de tus anecdotas con tantos personajes que has mencionado. También cuentanos que ha pasado desde ese abril que se presentó una de tus obras.

  13. Grecia Mar Ramirez dice:

    Marco querido eres un Guerrero en toda la extensión de la palabra desde que te conocí siempre dándonos buenos consejos y ahora con esta bella historia de tu vida es como un canto a la alegría y A seguir tu ejemplo
    Me siento muy orgullosa de haberte conocido y mi admiración hacia ti es enorme eres un ser de luz te admiro y te respeto siempre amor.

  14. Saludos, amigo Marco Antonio, desde que desapareciste de mi casa por tu enfermedad, llegó un gran vacío que siempre me ayudaba a convencerme de tu recuperación las charlas por teléfono y en persona con tu gran madre que tuvieron ustedes y ella siempre me comentaba cuando marcaba el número de tu casa de Avenida Nezahualcóyotl, ya pronto lo vas a ver, y siempre me alentaba con su ánimo a un futuro reencuentro de nuestra truncada amistad por tu alejamiento temporal. Y siempre compartí tus remembranzas y anécdotas de tu vida tan maravillosa en la Danza. Y siempre tu amistad ha sido un buen ejemplo para salir adelante, y por el privilegio de estar vivos, y como dices somos sobrevivientes y de cuántos se nos han adelantado. Salud, por nuestra amistad de siempre.

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