Por David Martínez

Querido Toni:

Sabrás que el día se fue al diablo nada más ver el mensaje. No renovarás. No puedo decir que se me partió el corazón, porque ya lo habías advertido desde siempre. Y el que avisa no es traidor. Y esa es una palabra muy fea para ti.

Esta tristeza es más por no estar preparado, por no tomarme en serio -otra vez- lo que la vida me estaba diciendo. Y he ahí una poderosa lección: cuando no decides tu, cuando permites que lo haga la vida, las circunstancias, otras personas, es casi seguro que no te gustará la decisión.

Es evidente, yo no podría decidir sobre tu futuro. No soy tan ingenuo. Pero, dado que no he tomado yo la decisión, efectivamente, no ha ha gustado. Tendría que decirte que lamento tu partida aún más que mi divorcio. Soy consciente de lo mal que eso habla de mi, pero teniendo en mente tus últimos días en el Bayern sé que lo entenderás: cuando te dan caca es imposible no convertirse mierda. Dejémoslo ahí.

Esta experiencia con tu retirada se me manifiesta de diferentes maneras, porque verte jugar era algo realmente significativo en mi vida: me hacía feliz. Conviven, ahora mismo, el abismo de la fragilidad y vulnerabilidad. Afirmar que somos vulnerables y frágiles significa decir que somos finitos, que estamos sujetos a la enfermedad y al dolor, al envejecimiento y a la muerte, al tiempo, pues. Tu retirada, así, constituye una evidencia fáctica, no precisamente de carácter intelectual, sino existencial. Significa afirmar que no existe la eternidad, que nadie es omnipotente, que todo puede acabar en cualquier momento. Pero también significa afirmar que lo que haces puede ser indebido, que lo que has dicho con tus palabras o tus silencios pueden ser equívocos. ¿Te estarás equivocando al irte? ¿Podrías jugar otro año e intentar ganar una séptima copa? Entiéndeme, son las preguntas que ahora rondan mi cabeza y que te muestran cuán mal preparado estaba para enterarme que te irás. Pero ya lo dijeron mejor antes: aprender a vivir es aprender a desprenderse.

Me recuerdas que todas las separaciones que vamos viviendo, no solamente nos recuerdan la provisionalidad de todo vínculo, sino que nos van preparando para el gran y definitivo adiós. No es un mensaje que me guste, lo reconozco. Pero, como dije, tampoco puedo culparte.

Mi amigo Platini lo reduce muy bien: todo por servir se acaba. Pero también como dicen por ahí, no llores porque se acabó, alégrate de que sucedió. Es una frase que, como se reconoce, viene del cliché. Pero hay algo de verdad ahí: es ser consciente de la temporalidad de las cosas y a su vez, estar presente para alcanzar a apreciar su belleza, sus detalles únicos, los sucesos extraordinarios, lo que nos llena de sentido y propósito. Hay, en lo efímero del tiempo un sentimiento de profunda melancolía pero también de admiración por la belleza que expira. Esas indicaciones que nadie oirá, esa precisión, ese metrónomo a lo Ringo Starr, esos pases que no volverán. Todas esas posibilidades que podrían ser, pero que ya con certeza no serán.

Sabrás que en el Japón hay una palabra para ello, aware. E indica que el foco está en aceptar que la vida se compone de eventos que duran poco, que decaen y que son irrepetibles. Es recordar, aún cuando todavía no te has ido y te quedan dos partidos más, y de inmediato apreciar el inevitable cambio y la transformación gradual de las cosas. Disfrutar lo que hemos experimentado y lo que perdurará como tu herencia.

Entiendo ahora mismo que la contemplación tus partidos va acompañada de su desvanecimiento, porque el fútbol no es más que una muestra de que todo esta sujeto a una renovación constante. Cada tres días, un nuevo partido. Y en esos noventa minutos, cincuenta pases correctos de cincuenta y uno dados. Esos datos, fugitivos y fugaces, permanecerán como símbolo de tu grandeza.

Muchas gracias por hacerme feliz, por aliviar mis penas. Te agradeceré siempre y te recordaré siempre como el genio que eres.

Eso si, ya que te vas, vete a lo grande, por la puerta de enfrente. Sal de Wembley bailando con la quinceañera, gana la sexta copa, asciende a eso que los antiguos llamaban eternidad. Será hermoso, realmente el tipo de belleza que construye un legado. Seis copas de Europa, seis mundialitos. También ya lo han dicho antes: frente a lo efímero, sabrás, lo que queda es la memoria.

De nuevo, gracias por todo. ¡Hala Madrid!