Optamos por callar, para no discutir
Optamos por callar cuando consideramos que no vale la pena disentir, matizar o enriquecer percepciones, cuando nuestra voz no resulta valiosa.
Epitafio
Al ganso se le conocerá como destructor de instituciones y proyectos, por capricho
Miguel A. Rocha Valencia
Pase lo que pase, al mesías tropical no le alcanzará el tiempo para destruir al país y aunque cual moderno Atila no quiere dejar piedra sobre piedra del antiguo régimen, México es más grande que sus ambiciones y rencores, pero claro si alcanzará a provocar más deterioro.
Empero sí dejará un daño que tardará años en ser reparado y quien le suceda en el poder, se sacará la “rifa del tigre” si en verdad tiene entre sus planes reconstruir al país, porque si llega para continuar con la destrucción, especialmente de instituciones, entonces llegaremos al oscurantismo, a un retroceso donde la miseria se hará mayor lo mismo que el autoritarismo de un gobierno de sandeces.
Quien llegue a la Presidencia enfrentará ese dilema donde la destrucción es el camino fácil y se convierte en estrategia del aspirante a dictador concentrando todo el poder posible para tomar decisiones omnímodas que sepulten la caricatura de democracia que hoy vivimos y donde la oposición política sólo juega el papel de comparsa que legitima un proceso electoral donde su participación de mide por los intereses de sus dirigentes.
Eso en cuanto a las instituciones sobre todo aquellas garantes de la democracia y responsables de contener abusos de poder incluyendo comisiones reguladoras.
En lo económico el saldo resultaría trágico si no fuera “solo dinero”, pero los estragos ya son enormes derivados especialmente de la concentración del gasto, la aplicación de políticas sin sentido como la cancelación del NAIM, supresión de mecanismos de apoyo y desarrollo de diversas actividades como la cultura, la ciencia, agricultura, pesca, comercialización y exportación.
Todo ello más lo intangible que resulta la pérdida de confianza de inversionistas, la persecución contra empresarios, la concentración del gasto público en unos cuantos favoritos que decidieron “doblarse” y cooperar con la 4T por conveniencia o bajo amenaza.
Ni hablar del descrédito internacional en muchos sentidos, desde lo financiero que inhibe inversión privada en sectores estratégicos de desarrollo y generadores de mano de obra hasta en lo político y de seguridad.
Factores estos últimos que significan pérdidas incalculables y que obligan a recurrir al mercado interno de dinero donde también existen serios problemas para inversión o participar en planes que son reservados sólo para los “cuates”, parientes o en última instancia para los militares convertidos en falsos proyectistas y efectivos constructores de obra pública, concesionarios y administradores con todo lo que de corrupción implica el hecho.
La menor dinámica económica que se vive trae consigo una falta de recursos, el escamoteo de los presupuestos a instituciones –por las buenas o las malas- aduciendo corrupción o excesos, se explica por la urgencia de un mal administrador a sacar dinero de donde sea para cubrir sus gastos, caprichos y pagar su permanencia en el poder.
Ese personaje que insiste en aparecer como el sujeto bueno que regala dinero y alivia las penas de millones de mexicanos que sufren precisamente por la incapacidad o perversidad de quien reparte limosnas en vez de generar empleo, desarrollo y bienestar.
Así se explica que a pesar de que hoy se destina el 60.5 por ciento del gasto programable del sector público al desarrollo social, no se ven mejorías sino retrocesos. Con Peña Nieto se gastaba el 59.7 por ciento, es decir ocho décimas menos y se notaba más, había cinco millones menos de pobres y una cobertura en salud superior en 15 millones a los actuales beneficiarios.
La deuda en tanto crece y está cerca de ser impagable y se toma el camino de sustituir débito por débito a más plazo, pero es innegable que está cinco puntos arriba del PIB de como la dejó la anterior administración en tanto el déficit público crece en porcentaje y dinero. Se calcula alcanzará casi el cuatro por ciento del PIB lo cual significa que podría llegar 1.5 billones de pesos con cargo a deuda. Así será el panorama para quien llegue, eso sin contar la criminalidad que a estas alturas ya supera los 151 mil 500 homicidios “gracias” a las no masacres que se dan prácticamente todos los días.
Optamos por callar cuando consideramos que no vale la pena disentir, matizar o enriquecer percepciones, cuando nuestra voz no resulta valiosa.
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