13 febrero, 2023•By Adalberto Villasana Miranda
Pasaporte Internacional de José Eduardo Campos
Deporte y dinero
En los Estados Unidos se profesa un culto a los deportes y una devoción que llega al fanatismo, en mucho, alentado por las grandes fortunas que corren dentro y fuera de esta actividad lúdica.
Y es que, los estadounidenses adoran la épica y el dinero. La unión de estas pasiones se encarna todos los años en una historia que desciende a la Tierra Prometida con el nombre de Super Bowl. El pasado domingo se disputó la LVII edición del partido que decidió el campeonato nacional de fútbol americano.
Detalles como los números romanos con el que suelen referirse los medios del país a la edición del evento revelan una escala semántica ascendente desde el deporte hasta cotas simbólicas estratosféricas.
Este simbolismo tan estadounidense se ha extendido a gran parte del mundo, soportado e igualmente impulsado en cifras millonarias de dólares constantes y sonantes para los organizadores.
Las cifras más características del poderío del Super Bowl son probablemente las relacionadas con la publicidad, con anuncios de 30 segundos a un costo de 7 millones de dólares, la mayor cifra en la historia de los partidos por el título de la NFL.
Según datos de AdAge, marca de medios global que publica noticias, análisis y datos sobre marketing, ese será el costo por cada intervención publicitaria durante el duelo por el Trofeo Vince Lombardi que disputarán los Philadelphia Eagles y los Kansas City Chiefs, el próximo domingo en el State Farm Stadium de Glendale, Arizona, ahí muy cerca de la frontera con México.
Nielsen Holdings, empresa estadounidense de información, datos y medición de mercados señala que en el Super Bowl LVI del año pasado, en el que Los Angeles Rams vencieron a los Cincinnati Bengals, el costo por publicidad de medio minuto fue de 6.5 millones de dólares.
La convergencia entre dinero y símbolo que tan fructífera puede ser en la búsqueda del sentido de los fenómenos. El evento por antonomasia de la industria del ocio, acumula estadísticas que apasionan a los fanáticos, por ejemplo, el año antepasado se batió un récord nefasto, el de menor asistencia del público en directo de la historia.
Debido a la pandemia el acceso al James Stadium en Tampa Bay (Florida) se limitó a tan sólo 22 mil asistentes. El partido lo ganaron los Buccaneers que jugaban en casa (una coincidencia: el estadio se decide mucho antes de conocerse los finalistas) dirigidos por el quarterback, Tom Brady… de 43 años ídolo absoluto del deporte en los Estados Unidos. Brady representó a muchos fanáticos de la vieja escuela en su lucha contra el extraño y mortífero virus del Covid-19 donde salió triunfador.
Sin duda que el negocio del fútbol americano vive uno de sus mejores momentos.
Paradójicamente o no, qué diría Shumpeter y su inevitable teoría de la destrucción creativa donde da por sentado que una necesidad humana, incluso señalada de falsa, está sustenta que en el soporte televisivo. Sólo hay que revisar en la historia del Super Bowl y descubriremos que el gran salto en este sentido llegó por una circunstancia no muy distinta del coronavirus. Hace justo 40 años, un terrible temporal encerró en sus casas a los televidentes de toda la Costa Este el día del Super Bowl. Un evento ya para entonces muy popular llegó al 49 por ciento de los hogares con una cuota de pantalla del 73 por ciento.
Hoy vemos cómo la realidad supera a la imaginación.
La economía estadounidense cada vez más enamorada de la industria del ocio recibió el gran flechazo del Cupido capitalista. Las audiencias del partido fueron subiendo año tras año hasta que en 2010 destrozaron al gran mito de la TV nacional al superar en cuota al último capítulo de la serie MASH emitido en 1983. Dos años después se llegó al gran pico con 115 millones de espectadores. En paralelo, el dinero cobrado por la publicidad fue creciendo hasta llegar a los 485 millones de dólares en la última edición. El pastel es tan grande que los derechos de emisión lo comparten tres grandes cadenas históricas: CBS, NBC y FOX (la ABC no pudo aguantar el ritmo y renunció) y se turnan su explotación. Este año le toca a la NBC.
El negocio del fútbol americano está en pleno ascenso, Roger Goodell, comisionado de la liga (NFL) vendió en marzo del año pasado los derechos audiovisuales del campeonato (exceptuando el último partido, el Super Bowl va aparte) a CBS, NBC, Fox, ESPN y Amazon por 100.000 millones de dólares en 11 años, el doble de lo que sacaban hasta ahora. Nótese que hablamos de derechos «audiovisuales» no televisivos, y además, cuatro canales convencionales, en el “pool” comprador aparece Amazon.
Los especialistas en medios electrónicos apuntan a que el negocio del deporte se irá desplazando a los espacios digitales, la explotación en Internet a la que CBS, NBC, Fox y ESPN intentan adaptarse con todas sus fuerzas. La NFL con el mascarón de proa del Super Bowl sigue siendo caballo ganador en las apuestas que transitan por una línea cada día más delgada entre lo legal y lo ilegal pero que igualmente generan ganancias multimillonarias.
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