El canto del Grillo Edomex
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Mercedes Olivera Bustamante (1934-2022) representa un enigma, su multifacética vida y obra dificulta aprehenderla porque, en ella, se desdibujan las fronteras: fue mujer de una pieza que abrió y anduvo por muchas brechas. Por eso, el título del homenaje póstumo que se le rindió en el Museo Nacional de Antropología, el cual retoma su convicción más profunda: “No estudio ni practico la antropología, la vivo”.
Reunidos en el in memoriam, realizado dentro de la 33 Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH), trasmitido también por INAH TV, sus amigos, amigas y colegas coincidieron en una serie de calificativos: indómita, valiente, feminista y revolucionaria, comprometida con los sectores sociales más desfavorecidos de una región, la suya, América Latina, que la llevó a Nicaragua, El Salvador, Guatemala y a las huestes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como Francisco Javier Guerrero Mendoza, Andrés Medina Hernández, Eckart Boege, Ana María Salazar Peralta y Patricia Castañeda Salgado, esbozaron una semblanza de la científica social, y recordaron que, el pasado 7 agosto, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, partió la última sobreviviente del “Grupo de los Magníficos”.
Dicho grupo, integrado por antropólogos críticos –refirieron–, marcó un parteaguas a finales de los años 60, al desafiar al gremio y alimentar un debate disciplinario, y desembarazarse de los preceptos impuestos por el indigenismo decolonial. A la luz de la historia, “los magníficos” constituyen, tal vez, un antecedente del pensamiento descolonizador en la antropología latinoamericana.
El etnólogo del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM (IIA), Andrés Medina Hernández, destacó que “los magníficos” son, en realidad, una generación de estudiantes que estuvo cobijada por Gonzalo Aguirre Beltrán, Ángel Palerm Vich y, sobre todo, por Alfonso Villa Rojas, quienes se congregaron en los años 50 alrededor de la revista Tlatoani, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
“Este grupo incidiría a partir de las instituciones creadas en los años 70, como el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, el Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), y El Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales. Así que los siete de la película, y queda pendiente una reflexión de la obra de Mercedes, entretejida con esta antropología mexicana del último tercio del siglo XX”, consideró.
En su intervención, la antropóloga adscrita al IIA, Ana María Salazar Peralta, definió a su amiga por más de cuatro décadas, como “una mujer luminosa, feminista y revolucionaria, en toda la palabra, siempre coherente con sus convicciones de izquierda”.
Fue así que, dijo, luchó desde las instituciones por los derechos humanos, por la dignidad de las personas refugiadas centroamericanas, fundando la organización Mamá Maquín, así como por el derecho del reconocimiento de los derechos laborales y la igualdad de las mujeres dominadas por las prácticas heteropatriarcales de las sociedades.
El investigador emérito del INAH, Eckart Boege, habló de la influencia que antropólogos como Mercedes Olivera, quienes rompieron con el indigenismo, ejercieron en las generaciones de la ENAH, las cuales, a principios de los años 70, se sintieron huérfanas por la renuncia de “los magníficos” a esta institución, por lo cual debieron buscar nuevos paradigmas del quehacer antropológico.
“Nuestro compromiso como estudiantes nos llevó, de 1972 a 1975, a construir relaciones con el campesinado, y a reconstruir el tejido institucional de la propia ENAH, a través de la integración de la Comisión Mixta Paritaria, fue ahí que empezamos a leer de otra manera a los clásicos de la antropología”. señaló.
Finalmente, la investigadora universitaria Patricia Castañeda Salgado, expresó que Mercedes Olivera, con su conocimiento profundo, crítica aguda y compromiso inquebrantable con las mujeres y un feminismo formado con las acciones políticas, deja una hoja de ruta para la antropología de hoy y del futuro.
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