Las universidades públicas deben ofrecer una formación integral
La enseñanza de los futuros juristas debe adaptarse a las nuevas tecnologías.
La pobreza, la desigualdad, la falta de una reforma fiscal, así como el acceso a los sistemas de salud y de seguridad social, son algunos de los retos que el mundo, sobre todo México, enfrentan para construir un mejor futuro, coincidieron los panelistas de los dos conversatorios que El Colegio Nacional organizó como parte del VII Encuentro Libertad por el Saber, que en esta ocasión versa sobre El mundo en la encrucijada: La construcción de futuros posibles.
Realizadas en el Aula Mayor de la institución y transmitidas a través de sus redes sociales, la mesa El futuro del bienestar social fue coordinada por la colegiada María Elena Medina-Mora y contó con la participación de Gerardo Esquivel, Mario Luis Fuentes, Clara Jusidman y Alexandra Haas; mientras que el panel El futuro del desarrollo económico, fue coordinado por Enrique Provencio y en él participaron José Casar, Laura Vázquez y Graciela Teruel.
“La idea es que podamos encontrar caminos distintos, buscar las rutas que nos permitan ir construyendo futuros para lograr salir adecuadamente de esta crisis sanitaria, de las crisis sociales, económicas y ambientales en las que estamos viviendo, no se trata nuevamente de diagnósticos, sino de una mirada positiva hacia el futuro”, dijo, al iniciar la jornada, Julia Carabias, quien junto con los colegiados Julio Frenk y Claudio Lomnitz, organizan el ciclo.
Clara Jusidman, economista fundadora de INCIDE Social, A.C., empezó elaborando un recuento de lo que se entiende por bienestar social, quiénes son sus actores y las diferentes formas de entrega de los beneficios y servicios que tienen que ver con el bienestar social.
La especialista habló de “cuatro ámbitos de requerimiento para la vida digna: unos son los físicos y biológicos; otros son los psicoemocionales y relacionales, históricamente olvidados y sólo recuperados a partir de la pandemia; los de seguridad, que en este momento están muy vulnerados, por ejemplo, en México; y los culturales, educativos y espirituales”.
El sueño de hacer efectiva la realización de los derechos humanos y darles el carácter de universales, inalienables, indivisibles, independientes e exigibles, dijo, no se cumplió y “las desigualdades y las brechas se ampliaron. Millones de personas viven en la pobreza, prevalece la exclusión y la discriminación, crecen las violencias, la explotación de personas y la extracción de recursos naturales, estamos frente a la posibilidad de un colapso climático y ambiental”.
Tras la experiencia de la pandemia, recalcó, se tomó conciencia acerca de la existencia de otras necesidades: la primera, “la importancia del cuidado para la construcción y el desarrollo de seres humanos, los trabajos del cuidado, entre los que se incluyen los requerimientos psicosociales y de relacionamiento, que se dejaron de manera tácita a las familias y, especialmente a las mujeres, no se consideró que aportaban valor a la economía, por lo tanto no eran retribuidos, esta situación está cambiando aceleradamente y se están revalorando las aportaciones del trabajo de cuidado”.
En segundo sitio, opinó, se transformó el trabajo y las relaciones laborales: “En las economías de mercado los ingresos de trabajo son la principal fuente de ingreso de las familias, las personas y las familias obtienen sus recursos para solventar los requerimientos para una vida digna, mediante la oferta de tiempo y calidad de trabajo. El encerramiento obligado por la pandemia tuvo un gran impacto en la percepción de las personas sobre su propio trabajo”.
Jusidman propuso que frente a la previsión del crecimiento poblacional, el envejecimiento y la mayor duración de la vida, “los componentes materiales del bienestar deberían acordarse mundialmente y en su caso ajustarse periódicamente, de acuerdo a la tasa de explotación y reposición de recursos posibles y sustentables, y considerando los avances científicos y tecnológicos, el compromiso sería cerrar las brechas de bienestar, poniendo límites al consumo de las poblaciones ricos y elevando los consumos de las personas en los países pobres”.
Posteriormente, el debate se centró en la situación de desigualdad que existe en países como México y en el papel que el Estado debe asumir como rector del bienestar social. “Creo que necesitamos al Estado justo para estas cosas, justo para atender estos temas, estos temas no suelen resolverse de manera individual ni con un enfoque que ha prevalecido durante tiempo, yo creo que necesariamente pasan por el Estado casi siempre”, dijo Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México.
“Creo que eso es justo lo que necesitamos: seguir entendiendo mejor las implicaciones que tienen esas visiones que han prevalecido en los últimos tiempos muy individualistas, que de alguna manera coinciden con una visión neoliberal salvaje en la cual cada quien busca para su propio beneficio; en realidad lo que tenemos que enfatizar y reforzar, y eso es lo que debimos aprender de la pandemia, son los aspectos relacionados con la solidaridad y la colectividad, y con el rol del Estado como un ente que puede ayudarnos de alguna manera a resolver un problema de coordinación”, consideró.
Alexandra Haas, directora ejecutiva de Oxfam México, pintó un negro panorama de la situación mexicana. En México, dijo, “si naces rico, permaneces rico, lo merezcas o no lo merezcas, estudies o no estudies, trabajes mucho o no trabajes mucho, los cercos sociales están cerrados y nadie entra y sale del cerco en el que nació; estamos como en la época colonial, pero peor porque no lo nombramos, estamos arraigados en nuestros prejuicios sobre la clase como que los pobres son flojos, que no trabajan, que no pagan impuestos”.
El mal, señaló, “es el diseño institucional y la toma de decisiones públicas, estamos exactamente donde era lógico que pensamos que estaríamos con las decisiones que se han tomado en este país”. Posteriormente se refirió a dos temas en los que se ha errado: el laboral, “con seis días de vacaciones por año, un salario mínimo sin aumento en dos décadas, cero reparto de utilidades, un sistema de reconciliación de controversias corrupto e ineficaz, la promoción de México como un destino excelente de inversión porque acá los salarios son bajos y no van a subir”.
“La segunda área es la de la fiscalidad, la historia del siglo XX en México está plagada de momentos en los cuales la política fue capturada por los intereses económicos para impedir que se logre una verdadera redistribución del ingreso y de la riqueza”, dijo.
Haas propuso tres acciones que el Estado debe cumplir ante las condiciones que se viven: “volver a mirar la enorme cantidad de funciones y de poder que tiene y ejerce”; “que recupere funciones que ha perdido, puede seguir por el camino del las transferencias de efectivo, que son importantes para suplir algunas necesidades básicas de las personas, pero tiene que volver a ser el proveedor primario de la educación y de la salud, entre otros derechos”, y, por último, “el Estado debe reconocer que la idea de supremacismo nacionalista no es viable y que tiene que resituarse como un facilitador de conversación y un creador de espacios de innovación”.
Mario Luis Fuentes, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, cerró el conversatorio alertando que para lograr el futuro de un bienestar posible es necesario actuar rápido: “Hay que hacer mucho muy rápidamente, y hay que darse cuenta que no hay tiempo para aquellos que están viviendo una vida sin bienestar social, en la emergencia diaria, en la sobrevivencia, que sí es pobreza, pero sobre todo desprotección, es decir, vulnerabilidad, la sensación de que nadie me protege, ni el Estado, ni el mercado, ni la sociedad, ni mi familia”.
“Tenemos que construir institucionalidades sociales dentro del Estado; el Estado es una sociedad organizada que tiene una estructura de gobierno y de representaciones, esas están fracturadas, pero tenemos que fortalecer las estructuras sociales para que puedan construir el Estado, y ¿cómo?, con más democracias, con más política, con más diálogo y debate”, dijo.
Un futuro incierto
En el segundo conversatorio de la jornada, titulado “El futuro del desarrollo económico”, José Casar, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, consideró que, en términos económicos, el futuro para México es poco alentador: “Pensaba, y sigo pensando ahora, que el país está entrampado en un círculo vicioso entre la desigualdad y la falta de dinamismo”.
“La desigualdad, por diversos mecanismos, atenta contra el crecimiento económico, simplemente porque impide que crezca el poco crecimiento de los salarios reales, aunque poco se ha avanzado en los últimos tres o cuatro años. De todos modos, el bajo crecimiento de la masa salarial atenta contra la igualdad económica, pone en entredicho la cohesión social y dificulta la inversión privada”, dijo.
Casar señaló que hasta antes de la pandemia “era relativamente optimista”, porque en el concierto mundial del desarrollo “volvió a surgir la idea de que las sociedades, incluso el conjunto de las sociedades, se podían plantear una idea de hacía dónde querían ir”.
“Lo que pudimos ir viendo en el mundo es que se fue recuperando la idea de que hay tareas colectivas que las sociedades pueden y deben asumir en conjunto y tener una idea de direccionalidad, se cobró mucha más conciencia del cambio climático, de la migración, de que algo había que hacer para repartir los frutos del crecimiento económico, se recuperó la idea del multilateralismo, había un segmento que apuntaba hacia un nuevo paradigma”.
El entusiasmo duró poco y llegó 2022, “se frenó la máquina económica china, que era parte del dinamismo económico mundial, en parte por el tema de la política frente al Covid, pero no sólo; se nos vino encima la guerra en Europa, que planteó que la primera tarea colectiva ya no es ni el cambio climático ni la desigualdad, ni la migración, es la defensa y se están planteando todos estos países aumentar su gasto en defensa, y en tercer lugar se nos vino el tema de la inflación que ha puesto en pausa toda esta idea que se venía armando”, señaló.
Aun así, agregó, “sigo pensando que a mediano plazo podemos volver a un régimen en el mundo en el que podamos pensar en esta idea de tasas de interés más bajas, que permitan tasas más altas de inversión, es posible, pero si no se controla la inflación en el corto plazo esto se va ir posponiendo indefinidamente en el tiempo. Creo que estamos en una coyuntura muy incierta en la que no sabemos bien a bien o, me parece a mí, es muy difícil de pronosticar si las cosas van a funcionar bien de aquí a 12 meses, a 18 meses, en términos del desarrollo”.
La economista Graciela Teruel, de la Universidad Iberoamericana, se refirió a tres grandes retos del desarrollo. Por un lado, dijo, está la pobreza, cuyos niveles en las últimas décadas “no han variado mucho, depende mucho de cómo la midamos”. En el 2010 se hizo oficial la nueva forma de medir pobreza que toma en cuenta varios indicadores, se dice que es multidimensional y avanza en la medición de ingreso que tradicionalmente tenemos”
“La última cifra que tenemos oficial es aproximadamente de 44 por ciento de la población en México vive en pobreza, y si nos fijamos en la pobreza extrema, los más pobres de los pobres, estamos por ahí del 8 por ciento. Es realmente un problema estructural y sí, se agudizó con la pandemia, el número de pobres aumentó”, afirmó.
En segundo lugar, se refirió al tema de la desigualdad, “que es algo que se ha perpetuado a lo largo de la historia de México, pero que se exacerba justamente con el tema del Covid y que vemos en términos de indicadores, ¿quiénes son los que más pierden?, aquellos que están en la informalidad con tasas que se van hasta el 18 por ciento y, además, las tasas de informalidad son mucho más altas para las mujeres que para los hombres”.
A los desafíos de los sistemas de salud que tienen problemas de calidad, de distribución de los medicamentos, problemas relacionados con las enfermedades crónicas y de la salud mental, Teruel se refirió al sistema de seguridad social que, “está fragmentado”.
“Tenemos un gran porcentaje de la población siendo atendido por programas sociales que en esta última administración están muy enfocados en transferencias que se están dando a la población, principalmente vulnerable, que sabemos que uno de cada cuatro mexicanos está recibiendo este tipo de programas sociales, pero que no se encuentran necesariamente bien distribuidos a la población más vulnerable”, señaló.
Laura Vazquez, especialista de la Facultad de Economía de la UNAM, cerró la discusión afirmando que “el desarrollo implica un proceso de cambio, las sociedades deben de cambiar, ¿hacia dónde?, hacia sociedades en donde las personas vivan mejor, pero eso es bastante ambiguo, el desarrollo como tal implica transformaciones de las sociedades”.
“La gran mayoría de los economistas incluyen transformaciones estructurales en donde cada vez se utiliza más capital en lugar de trabajo y trabajo más calificado, de mayor sofisticación, el otro gran tema tiene que ver con el proceso de industrialización que, en el caso de América Latina, de México, parece que se ha frenado, incluso hay quien habla de un proceso de desindustrialización en diferentes países de América Latina”, señaló.
“Cuando yo pienso en desarrollo, pienso en varias cosas, pienso en el papel que tiene el comercio alrededor del mundo, porque se ha visto como promotor o no del desarrollo económico, el otro gran tema es el cambio técnico, el progreso técnico y el potencial que tiene para lograr el desarrollo y un tercer tema, que me parece muy importante, es el de la planeación”, dijo.
Las mesas El futuro del bienestar social y El futuro del desarrollo económico, como parte de la séptima edición del Encuentro Libertad por el Saber, están disponibles en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx
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